Cargada de culpa por el suicidio de su hermana Ai, atormentada por los matones de la escuela secundaria, Megu acompaña a un grupo de amigos mayores en un viaje de campamento al bosque: la chica inteligente Aya, su novio drogado Také, el modelo Maki y el nerd Naoi. Las cosas empiezan a ir mal cuando Maki encuentra un gusano-parásito dentro de un pez que capturan y lo engulle con vida. Poco después, y no tan inesperadamente en situaciones como esta, aparecen zombies y comienzan a complicar las cosas aún más.

26 letras. 26 directores. 26 maneras de morir. La idea no puede ser más simple: a cada cineasta se la adjudica una letra, y se le da total libertad para crear un cortometraje en el que la muerte juegue un papel destacado. De esta manera, se construye una antología de cadáveres exquisitos que supone, sin ninguna duda, uno de los proyectos más ambiciosos que el género ha conocido en toda su historia cinematográfica (no en vano, la producción ha atravesado quince países diferentes). El objetivo: ofrecer una panorámica ora divertida, ora siniestra, que sirva para definir todo aquello que le ha ocurrido al terror en los últimos diez años.